Cambiar casi siempre duele, y por eso preferimos el Infierno Conocido que el Paraíso Desconocido
A veces siento que estamos programados para aferrarnos a nuestros viejos hábitos hasta que el universo nos da una patada en el trasero. ¿Por qué? Porque preferimos la comodidad de lo conocido, incluso si esa comodidad nos está matando lentamente. Sí, sé que suena dramático, pero no me creas a mí, mira a tu alrededor.
Durante las etapas más oscuras de mi vida, cuando estaba en bancarrota, deprimido, o cuando sentía que había perdido todo, fue entonces cuando realmente comencé a cuestionar mis hábitos y decisiones. ¿Por qué? Porque el dolor se volvió demasiado grande para ignorarlo. A veces, se necesita un accidente de coche, una enfermedad alarmante, o la pérdida de un ser querido para que finalmente miremos dentro de nosotros mismos y nos preguntemos: "¿Qué diablos estoy haciendo?"
Parecería que, por naturaleza, somos seres que evitamos el cambio. Solo cambiamos cuando la alternativa se vuelve más dolorosa. Es triste, pero en la mayoría de las veces, es la verdad. Prefiero la frase "La necesidad es la madre de la invención", pero la realidad es que también es la madre del cambio.
Lo triste es que, a menudo, necesitamos un susto de muerte para empezar a vivir. El doctor Valentín Fuster, un cerebro de la cardiología, lo resumió de manera brutal pero precisa: "Lo mejor para dejar de fumar es un infarto". No estoy sugiriendo que esperes a que te golpee la tragedia para hacer un cambio. Pero, ¿y si tomáramos esos momentos de crisis como recordatorios de que la vida es frágil y de que debemos vivirla al máximo?
No esperes a que el universo te dé un golpe. Empieza a cambiar hoy, porque la vida es demasiado corta para estar atascado en viejos hábitos que no te sirven, con personas tóxicas que no te suman, o en trabajos en los que no creces.
A veces siento que estamos programados para aferrarnos a nuestros viejos hábitos hasta que el universo nos da una patada en el trasero. ¿Por qué? Porque preferimos la comodidad de lo conocido, incluso si esa comodidad nos está matando lentamente. Sí, sé que suena dramático, pero no me creas a mí, mira a tu alrededor.
Durante las etapas más oscuras de mi vida, cuando estaba en bancarrota, deprimido, o cuando sentía que había perdido todo, fue entonces cuando realmente comencé a cuestionar mis hábitos y decisiones. ¿Por qué? Porque el dolor se volvió demasiado grande para ignorarlo. A veces, se necesita un accidente de coche, una enfermedad alarmante, o la pérdida de un ser querido para que finalmente miremos dentro de nosotros mismos y nos preguntemos: "¿Qué diablos estoy haciendo?"
Parecería que, por naturaleza, somos seres que evitamos el cambio. Solo cambiamos cuando la alternativa se vuelve más dolorosa. Es triste, pero en la mayoría de las veces, es la verdad. Prefiero la frase "La necesidad es la madre de la invención", pero la realidad es que también es la madre del cambio.
Lo triste es que, a menudo, necesitamos un susto de muerte para empezar a vivir. El doctor Valentín Fuster, un cerebro de la cardiología, lo resumió de manera brutal pero precisa: "Lo mejor para dejar de fumar es un infarto". No estoy sugiriendo que esperes a que te golpee la tragedia para hacer un cambio. Pero, ¿y si tomáramos esos momentos de crisis como recordatorios de que la vida es frágil y de que debemos vivirla al máximo?
No esperes a que el universo te dé un golpe. Empieza a cambiar hoy, porque la vida es demasiado corta para estar atascado en viejos hábitos que no te sirven, con personas tóxicas que no te suman, o en trabajos en los que no creces.
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